1. El origen del poeta
Tú, poeta, eres y serás como cuerpo de luna amada. Vas a heredar la muerte. Cada emoción posible y su agonía. El relámpago abre el cielo, quizás muy brevemente, y da la desnudez, la verdad que te mata. O te lo explica todo. A tí te amaré, como a tu madre. Por eso te ofrezco la promesa; doy mi testamento. ¡Voy a revelar el origen que tienes mi causa!
Tú quieres ver el cimiento y el semen de las cosas. Porque así lo quisiste, te amaré. Tú vas a verlo todo, poeta. Lo has pedido y yo cumplo a quienes así me solicitan. Pedíste exactamente lo que quieres: digno eres de luna. «Házte mi canto con verdad desnuda». Cántame. Y procedí con mi promesa: Te haré profeta. El sol que ha de matarte con su rayo te dará el oficio misterioso. Ese es el precio. Cántame hasta que yo te diga.
Voy a quitarte la vida de repente, voy a sacar del vientre de tu asombro el poema pavoroso. Tú hablarás de mis gestas y placeres. Yo fundaré el habla de tu canto y, al don de tu tristeza, lo transformaré en contínuas y sucesivas alegrías.
2. Eres mi hijo
Hasta el amor tiene un trámite, hijo mío. Para sentir hay que saber dolerse y morirse y levantarse, herido, y desde mil pedazos rehacerse. Tú vas a morir de esa manera. Van a quererte sólo los humildes; los campesinos que te han visto, humillado, vapuleado, sucio, ebrio como la pascua, pero, yo, tu padre te quiero, como se quiere lo hermoso, tu cuerpo de luna amada.
Te haré mi hijo, te esconderé en mi muslo. Te coseré a él y podrás sobrevivir y renacer dos veces. Vas a aprender mi luz secreta. Tú no sufrirás mientras seas, por mi amor, lo que quiero: quien por mí muere, gratamente, quien por amor se inmola, y me ofrenda su cuerpo de luna amada.
Tú, poeta, hijo de Semele, tienes sus emociones. Lo que yo amara en Ella, quien pidió el resplandor (todo mi sol desnudo, toda mi vehemencia vertebrada), tú lo tienes. Aprende que eres hermoso, poeta, y no te vendas. Es divino tu cuerpo de luna amada.
Que no falte la emoción y perdure para siempre y sea del Sol viajero, enteramente, aunque me mate y sea su Luna que lo ama, aunque se hunda en la penumbra de la noche. Ella así me pidió: Sacrifícame a tí. Quiero que mi cuerpo sea tu Luna Amada.
Tú heredaste el pedido de aquella luna hermosa y, por tanto, su luz que hoy es fecunda, es tuya. Llámate, poeta, hijo de Soles. Amado de luna. Voy a darte otros frutos de la vid y la hiedra. Tú hablarás sobre el sexo y las pasiones.
3. Tu función: esponja del dolor del mundo
A través de tí, entraré a las cuevas del dolor y escucharé los quejidos del hombre; yo, en tu corazón, soy el primer poema, soy la fuente eterna, soy la alegría.
Yo mitigo; pero mi luz fulmina. Todo lo que pidas será tuyo y tú has pedido la plenitud de mi sentido. No te olvides del consuelo. El mundo al que te envío es una llanura sembrada de chumberas y abundan los espinos.
Eres una vasija: llénala de chispas de fuego, agítala o lávala con las espumas de la mar, poeta. Acércate a los lagos, a la sombra de los bosques, a la sal y las arenas, llena la vasija de sustancia. Llénala de un salmo que bendiga y construya el propósito y lo santo, el perdón y lo heroico.
Acércate a las playas remotas, Bardo. Pide por amor lluvia para los desiertos. Son almas secas por ahora. El mundo es la parcela de la angustia y el secuestrante mar del pillaje, una cueva de homicidios.
Por amor de la muerte, o los astrales, pide continuidades y reciclaje, sangre para la vida, rocío para las rosas marchitas. Pide lo vivo. Poeta, una esponja es el espiritu, no lo doy por medida. Acoge en abundancia el gozo de la vida; pero también... el quebranto. Tú absorbe dolor y soledades. Tráelas al ádyton. Sé valiente.
En mi nombre, trae llanto; pero tú no llores. Recauda incertidumbre, pero tú no tiembles ni te aflijas. Voy a honrarte por informar con tu lenguaje lo que informes; voy a compadecerme del que muere porque mi Luz es infinita y potente y mi desnudez es un relámpago que mata.
Tráeme las escorias caídas de lo ilimitado. El cascarón que no sirve de tu mundo. Rescata las almas triste con tu canto. Ser poeta no es fácil; es hablar con Padre Duro, el que te mata, el que te exilia, el que se acostó con tu madre, reventándole el vientre, pero... salvando su alma, su niño, el verso, alojándola en el cuerpo de la luna amada.
Por amor a tí, a Semele, Luna del alma, yo concederé lo que me pidas: consolaré a los dolidos, daré unos sorbo infinitos de alegría, haré que la verdad y la belleza se esplendan incorruptiblemente y del misterio del dolor y la muerte, elegiré mis portavoces, poeta.
¡Tú dáme otros nombres, te he elegido! ¡Dáme tus causas! dáme a los sufridores, a los que aguantan, a los que rompen sus vientres y crisálidas por un verso gestado, ¡hijo mío!
De «Estéticas vitales y mostrencas»
http://espanol.geocities.com/baudelaire1998/antologiasocial1.html
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