No se trata de las renunciaciones. No del cadáver del Deseo. No de una moneda colocada en la costilla o la boca del difunto.
¡Esto se paga en vida, venga o no venga la Muerte! Esta es la virtud anticipada y la gracia trascendente, la bendición a tiempo: ¡Eros, eros, eros!
7.
No me los llevo al infinito, Carlos. No estés triste por ellos. Volverán a lo mismo, en breve: Mingo La Perra a trepar el palo, Sabino, a la albañilería, Cornelia a santiguarnos. A rezar, La Puerca y Pascasio.
Un palo encebao es la vida de ellos, sus habitáculos en el yo, en la autohisterizaciones, en las norias del buey y lo alienado.
Estas gentes no tienen plenitudes. No son del Uno, ni sospechan a Spinoza, ni los otros lados de la onticidad y sus universos. Están verdes y crudos, sin comprensión primaria de los cinco sólidos perfectos, apenas balbuceantes en sus metafísicas.
Van a sanarse después de mucho herirse y regresar a herir, después de mucho sanarse.
Del libro Yo soy la Muerte
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