¡Qué paradoja es el hombre! El hombre que ha definido desde los cielos… Vanidad de vanidades y sólo vanidad.
Es la contingencia y es la necesidad: definida direccionalidad de lo que anhela, no ser inmortal, rumbo que no conoce, senda en que se ha perdido, en pantanos de estancia, enroscado en culebras temerarias.
¡Qué paradoja mi ser-ahí, en temporalidad insatisfactoria, en asco y naúsea, según me corroboran mis días de desaliento, mi sed de ser que no se sacia!